Ramón Emeterio Betances
Nació en Cabo Rojo, Puerto Rico en el 1827. Escritor, médico y político puertorriqueño. Autor de una obra literaria escrita en francés (lengua que dominaba con absoluta maestría), se convirtió en una de las figuras más representativas de la intelectualidad antillana del siglo XIX, y llegó a protagonizar diferentes episodios que le condujeron a la presidencia del primer gobierno provisional independiente de Puerto Rico. Nacido en el seno de una familia acomodada (era hijo de un poderoso hacendado que poseía numerosos latifundios y esclavos), con apenas diez años fue enviado a Francia para que cursara allí el bachillerato y, posteriormente, los estudios superiores de Medicina; durante este largo período de residencia en París (1837-1855), el joven Ramón Emeterio Betances fue adquiriendo una conciencia política de marcado sesgo liberal, que le condujo a tomar parte activa en los acontecimientos revolucionarios desatados en la capital gala durante 1848.
Al mismo tiempo, fue afirmándose en él una viva vocación literaria que le permitió darse a conocer como escritor en Francia, con dos narraciones (Les deux indiens y Courtissanes), una comedia en verso (Un cousin de Louis XIV) y un tratado científico-médico basado en su tesis doctoral (Las causas del aborto). Especial interés mereció la primera de las obras recién citadas, un bello relato romántico, de talante progresista e igualitario, en el que Ramón Emeterio Betances sustentaba la posibilidad de que una mujer española pudiese llegar a perder la vida por un indio.
De regreso a su Puerto Rico natal, tuvo ocasión de demostrar sus conocimientos médicos y sus ideas igualitarias en 1856, cuando una virulenta epidemia de cólera que arrasaba la población de Mayagüez le granjeó un merecido reconocimiento entre la población menos favorecida, a la que Betances atendió sin condiciones.
Convertido así en una de las figuras más populares de los movimientos sociales puertorriqueños, se manifestó abiertamente en contra de la esclavitud y llegó a fundar una asociación clandestina cuyos únicos fines se orientaban a conseguir su abolición. A causa de estas actividades, fue desterrado de la isla antillana en 1858, por lo que regresó a Francia dispuesto a contraer matrimonio con su sobrina María del Carmen Heuri. Pero la joven falleció repentinamente a causa de unas fiebres tifoideas, desgracia que sumió al médico humanista en una aguda fase de desesperación que quedó bien plasmada en la narración titulada La vierge de Boriquen, un relato de acentuada morbosidad romántica en la que, desde las claras influencias del norteamericano Edgar Allan Poe, pueden apreciarse curiosas anticipaciones de posteriores aspectos temáticos y recursos formales característicos del surrealismo (imperio del absurdo, ambientación onírica, ocultismo, demencia, simbolismo numérico, etc.)Levantado el destierro, regresó pronto a Puerto Rico para centrarse fundamentalmente en actividades médicas y en asuntos sociales que le fueron implicando de lleno en el espíritu de patriotismo nacionalista propagado por aquellos años entre buena parte de sus compatriotas. Sus publicaciones, a partir de entonces, se orientaron casi exclusivamente hacia los temas políticos, en los que cada vez más aparecía Betances como una de las voces más liberales y revolucionarias de la isla. En 1868 tomó parte activa en el movimiento independentista conocido como Grito de Lares, de resultas del cual quedó convertido en el primer presidente independiente del gobierno provisional surgido de dicho levantamiento contra la soberanía española. Pero el fracaso de esta acción (que quedó reducida a una mera anécdota en la historia del independentismo hispanoamericano, al no contar con el apoyo de todas las fuerzas liberales) envió de nuevo al exilio a Betances, quien pronto pasó a vincularse con las luchas en favor de la independencia de Cuba.
Siguió cultivando la escritura, ahora volcada al género periodístico y a los asuntos socio-políticos que constituían el eje de sus preocupaciones. En Nueva York fundó, en compañía de otros camaradas, la Sociedad Republicana de Cuba y Puerto Rico, desde la cual emprendió una campaña periodística que le permitió difundir sus artículos emancipadores por Venezuela (a través de las publicaciones El Federalista y La Opinión Nacional) y, en general, por todo el ámbito caribeño, donde dejó estampados numerosos artículos firmados bajo el pseudónimo de "El Antillano".
La ironía satírica de que hacía gala Betances en estos trabajos periodísticos, sumada a su facilidad para el cultivo de un estilo directo y ameno (desprovisto de la grandilocuencia retórica que, por aquel entonces, solía gravar el discurso político periodístico), convirtió al autor en uno de los intelectuales más leídos de todo el Caribe, donde postuló la necesidad de fundar una Confederación de las Antillas y supo prevenir (sin dejar de cuestionar la soberanía española) sobre el peligro que suponía el establecimiento de fuertes vínculos de dependencia con el emergente imperialismo de los Estados Unidos de América.
En su idealismo revolucionario, llegó a soñar con unas Antillas convertidas en una especie de ámbito neutral desde el que se pudiese contribuir al sostenimiento de las relaciones entre todos los pueblos y naciones del mundo. Esta ideas, expuestas con decisión y valentía en una publicación parisina (la Revista Latinoamericana), no contaron con el apoyo de las fuerzas sociales que podían haber contribuido a su consolidación; pese a ello, Ramón Emeterio Betances dejó un notable influjo en los intelectuales y políticos progresistas caribeños posteriores, quienes le reconocieron como uno de los principales forjadores de la conciencia antillanista y le situaron como eslabón ideológico entre dos figuras tan relevantes del independentismo como el venezolano Simón Rodríguez y el cubano José Martí.
Su presencia en las esferas políticas internacionales llegó a cobrar tal importancia que el propio Emilio Castelar se vio forzado a mover poderosos hilos que le impidieron seguir publicando en Le XIXe. Siécle, de París, toda la información emancipadora que periódicamente enviaba como "Courrier des Antilles". A pesar de ello, Ramón Emeterio Betances desempeñó un brillante papel en la primera guerra independentista cubana, al cabo de la cual se tomó un respiro en su intensa actividad política para volver a dedicarse a la investigación científica.
Así, en 1872 publicó en Francia un tratado sobre los orígenes del tétanos, obra a la que siguieron otros escritos de idéntica naturaleza científico-técnica, como una memoria sobre uretrotomía (1887), un libro sobre el cólera (El cólera. Historia, mediadas profilácticas, síntomas y tratamiento, 1890) y una serie de artículos sobre salud pública que vieron la luz en el rotativo madrileño El País. Aunque ya casi había abandonado la escritura de ficción, todavía por aquellos años dio a la imprenta Les voyages de Scaldado, un relato entreverado de denuncias sociales.
Ya contaba con sesenta y cinco años de edad cuando el movimiento independentista cubano y puertorriqueño encabezado por José Martí y el Partido Revolucionario Cubano le sacaron de su letargo para devolverle, con nuevos bríos, a la palestra pública antillana. De nuevo tomó la pluma para llenar periódicos y revistas (principalmente, La République Cubaine, de París) de su prosa liberal y emancipadora, siempre al servicio de una ideología republicana, independentista, antillanista y antianexionista. Pero su sueño de ver convertidas las Antillas en una poderosa Confederación que pudiese marcar, desde la neutralidad, el equilibrio entre el norte y el sur del continente americano, se hizo añicos a raíz de la intervención de los Estados Unidos en la lucha anticolonial, circunstancia que le sumió en un apesadumbrado abatimiento del que ya sólo habría de sacarle su inminente deceso.
Román Baldorioty de Castro
Nació el 23 de febrero de 1823, en Guaynabo. Abogado, abolicionista y diputado a las Cortes Españolas. Procedía de una familia de escasos recursos económicos. Esto no impidió que Baldorioty pudiese recibir su educación primaria en San Juan.
Al recibir una beca, se trasladó a España y en 1851 obtuvo el título de Licenciado en Ciencias Físico-Matemáticas en la Universidad Central de Madrid, estudios que perfeccionó más tarde en París. Regresó a Puerto Rico en 1853 e ingresó al Partido Liberal Reformista desde donde promovió la causa reformista para Puerto Rico.
En 1870 fue electo Diputado a las Cortes, en las cuales hizo campaña a favor de la total abolición de la esclavitud y pidió la concesión de una carta constitucional para Puerto Rico. En 1873 ayudó a fundar el periódico El Derecho, en Ponce.
En 1880 se convirtió en director del periódico La Crónica. Desde allí, comenzó a propagar el ideal del autonomismo. En 1887 se celebró en Ponce la asamblea que fundó el Partido Autonomista, Baldorioty de Castro se convirtió en su primer presidente.
En esa época transcurría en Puerto Rico el período conocido como de "los componentes", en el cual se produjeron numerosos atropellos. Baldorioty fue una de sus víctimas, siendo encarcelado en el Morro de San Juan. Su salud se quebró con este confinamiento y aunque salió del mismo, al poco tiempo murió en Ponce, el 30 de septiembre de 1889.
Segundo Ruiz Belvis
Nació en Hormigueros el 13 de mayo de 1829; siendo sus padres José Antonio Ruiz y Manuela Belvis. Realizó sus estudios primarios en Aguadilla, y los superiores en Caracas. En dicha capital venezolana obtuvo un Bachiller en Filosofía. Prosiguió en la Universidad de Madrid, en la que se graduó de abogado. Junto a Alejandro Tapia, y otros puertorriqueños amantes de nuestro patrimonio histórico, participó en Madrid en la Sociedad Recolectora de Documentos Históricos de la "isla de San Juan Bautista de Puerto Rico". Allí en España, Ruiz Belvis afianzó sus creencias abolicionistas, que venían germinando en las corrientes liberales y reformistas de la época, tanto en Europa como en las Américas. El proceso de la emancipación de los negros esclavos iba tomando dos vertientes: el revolucionario y el evolutivo. El movimiento revolucionario hispanoamericano estaba comprometido con la erradicación total de la esclavitud, mientras la clase dominadora temía que un cambio radical de esa naturaleza conllevaría repercusiones socio-económicas nefastas y acciones violentas vengativas por parte de los esclavos liberados contra sus antiguos amos.
España objetaban además los conservadores antireformistas carecía de los fondos necesarios para indemnizar a miles de propietarios de esclavos ante la pérdida de sus esclavos. Se inclinaban a la idea de una abolición gradual, precedido de un necesario "blanqueamiento" de la sociedad puertorriqueña a través de medidas inmigratorias selectas. Para la década del 1860 la población puertorriqueña estaba constituida de 41,736 esclavos, 241,015 negros libres y 300,430 blancos. No obstante, las estadísticas de este período muestran un ritmo de crecimiento mayor entre la población blanca en Puerto Rico, y una industria agrícola basada en el trabajo libre y no el esclavo, contrario al caso de Cuba.
La metrópoli ibérica sentía la presión interna y externa del movimiento abolicionista. Inglaterra había abolido la esclavitud en sus colonias del Caribe en el 1838, y Francia en el 1848. Abraham Lincoln la hacía efectiva el 1 de enero de 1863 en los Estados Unidos, luego de una guerra civil entre los estados del Norte y los esclavistas del Sur que dejó cerca de medio millón de norteamericanos muertos. El pensamiento progresista enfatizaba que la institución esclavista no sólo era incompatible en un régimen político moderno, sino que también conllevaba una secuela de inmoralidad social y política que socavaba al mismo núcleo familiar.
En Puerto Rico, Ramón Emeteterio Betances había fundado en en 1855 en Mayagüez una sociedad secreta que tenía como propósito, entre otros, redimir a los hijos de esclavos al momento de ser bautizados, pagando una cuota de 25 pesos, aprovechando el Reglamento que había promulgado a ese fin el gobernador Miguel De la Torre. Otro ilustre abolicionista, Julio Vizcarrondo Coronado, establecía en el 1865 en la misma ciudad madrileña la Sociedad Abolicionista Española, cuyo órgano era el periódico propagandista El Abolicionista, endosado por figuras destacadas en la política y las letras de Puerto Rico, España, y Francia (con Victor Hugo).
A los 31 años de edad, Ruiz Belvis regresó a Puerto Rico e inmediatamente liberó los esclavos de la hacienda de su padre. Se estableció en la ciudad de Mayagüez ejerciendo su profesión de abogado. Se ganó la simpatía de muchos y fue designado como Juez de Paz y Síndico del ayuntamiento (alcaldía). Pronto se dio a conocer como un ferviente portavoz en contra de la esclavitud negrera. La totalidad de los esclavos era ya para esa época una generación nacida en Puerto Rico. Las fuerzas represivas del gobierno conservador y los propietarios de esclavos espiaban y no veían con buenos ojos sus actividades y manifestaciones abolicionistas y separatistas. El gobernador buscaba alguna excusa y pronto lo tachó de conspirador y lo destituyó de su puesto municipal cuando Ruiz Belvis se negó al uso ilegal de los fondos municipales por parte del gobierno central.
No obstante, en el pueblo crecía el apoyo a las ideas reformistas y liberales. Estos recibieron entusiasmados el llamado a elecciones del 25 de noviembre de 1865 del Ministerio de Unión Liberal, que encabezaba en Madrid el General Ramón María Narváez. El propósito era elegir comisionados en las colonias de Cuba y Puerto Rico que integraran una Junta Informativa para discutir en Madrid las necesidades apremiantes de las dos colonias caribeñas. En el 1866, entre los reformistas, Ruiz Belvis fue electo delegado por Puerto Rico, junto a José Julián Acosta y Francisco Mariano Quiñones. Mas cuando estos llegaron a Madrid, había sucumbido el gabinete liberal siendo sustituido por uno moderado, no interesado en la Junta Informativa ni simpatizante del movimiento abolicionista. Pese a ello, y a los obstáculos impuestos, los delegados puertorriqueños demandaron ante los estupefasctos conservadores presentes "la abolición en su provincia de la funesta institución de la esclavitud, la abolición con indemnización o sin ella...", la cual era indispensable para felicidad de todo el pueblo puertorriqueño. El único delegado conservador de Puerto Rico que asistió a la Junta Informativa, Manuel Zeno Correa, de Arecibo, y los comisionados cubanos, no endosaron las manifestaciones de Ruiz Belvis, Acosta y Mariano Quiñones. Zeno Correa defendía sólo la idea de una abolición gradual, mientras los delegados cubanos expresaban que el caso de Cuba era uno distinto en el que la economía descansaba sobre una enorme fuerza laboral esclava y la abolición provocaría la ruina económica y el desasosiego social.
La gesta de los boricuas fue catalogada como peligrosa a la paz ultramarina. Estos, sin embargo, no se intimidaron y, por el contrario, cercana la clausura de la Junta, presentaron el magistral y patriótico informe "Proyecto de abolición de la esclavitud en Puerto Rico". En él, expusieron un recuento erudito histórico y económico de la institución esclavista desde sus orígenes, desarrollo a través de los siglos, hasta su presencia en la Isla. El clamor abolicionista logró, finalmente, que las Cortes Españolas declararan abolida la trata negrera (no así la posesión de esclavos), imponiendo la pena de muerte al que la violara.
En Puerto Rico, sin embargo, crecía la animosidad contra los liberales criollos ante su misión de vanguardia en la Junta Informativa y al ver amenazados sus intereses esclavistas y racistas. La gestión de los puertorriqueños en Madrid había causado asombro y consternación entre los círculos políticos conservadores en la Isla. El tiránico gobernador José María Marchesi, con la excusa del Motín de los Artilleros en San Juan, se hizo eco de las presiones y protestas de los conservadores. Ordenó violentamente el destierro de los reformistas Ramón Emeterio Betances, Segundo Ruiz Belvis, Pedro Gerónimo Goyco, José Celis Aguilera, Julián Blanco Sosa, Carlos Elio Lacroix y Vicente María Quiñones, entre otros. El Gobernador aprovechó la Guardia Civil y el servicio secreto isleño para sembrar el pánico realizando arrestos, allanamientos y hostigando a los abolicionistas y reformistas puertorriqueños y los que creyeran sus simpatizantes. Ruiz Belvis y Betances desacataron la orden del Gobernador de presentarse en La Fortaleza y al gobierno en Madrid, y se escaparon sigilosamente en una barca hacia Saint Thomas, Santo Domingo y Nueva York. La decisión estaba tomada; sólo la causa revolucionaria era la alternativa viable ante la arrogancia e intolerancia de los gobernantes en Puerto Rico. El régimen español despreciaba el diálogo de los boricuas ilustres que exigían medidas dirigidas al progreso económico y mayores libertades para nuestro pueblo, entre ellas la libertad incondicional de nuestros hermanos de la raza negra. Sólo la vía armada liberaría lo que ya muchos consideraban un pueblo con perfil de nación, distinto al de la "Madre Patria" u otra cualquiera de las Américas. La decisión estaba tomada, y ella culminaría eventualmente en el levantamiento armado del Grito de Lares, en 1868.
En los Estados Unidos, tanto Ruiz Belvis y Betances se unieron a los grupos revolucionarios de puertorriqueños miembros de la Sociedad Republicana de Cuba y Puerto Rico, con juntas en Nueva York y Filadelfia. Su misión: denunciar la situación colonial de Puerto Rico, propagar sus intenciones revolucionarias y buscar el apoyo político, económico y militar de los hermanos países latinoamericanos.
Ruiz Belvis se encontraba mal de salud. Sin embargo, no puso reparos a la petición de la Sociedad para que partiera a Sur América en busca de ayuda para la causa revolucionaria. El 27 de octubre de 1867 arribó a Valparaíso, Chile, en el vapor "Santiago", procedente de Panamá. Chile, en alianza con Perú, Bolivia y Ecuador, y bajo la presidencia de José Joaquín Pérez, le había declarado la guerra a España En el diario de tendencias masónicas "La Patria", bajo el título "Patria, Justicia y Libertad" publicó el 2 de noviembre las intenciones del Comité Revolucionario.
El tedioso viaje y su empuje vibrante en favor de los derechos del pueblo puertorriqueño mermó el delicado estado de salud de Segundo Ruiz Belvis cuando comenzaba sus contactos en Valparaíso. El 3 de noviembre de 1867 murió en el hotel Aubry, a la temprana edad de 37 años. La noche del 5 de noviembre algunos amigos lo acompañaron en su entierro. Como los otros grandes próceres de esta patria, fue olvidado por mucho tiempo en su sencilla y humilde tumba, y en su caso a miles de millas de la tierra amada por la que sacrificó y entregó su vida.
Recorriendo la realidad del Puerto Rico de hoy, y si estuviéramos frente a la tumba de Segundo Ruiz Belvis, quizás repetiríamos lo que Eugenio María de Hostos expresó frente a su lápida:
"¡Amigo de mis ideas!, ¡compañero de ímprobo trabajo!, hiciste bien en descansar de la existencia. Descansaste a tiempo... No viste pisoteada la lógica... repudiada la justicia... encarnecido cuanto es bueno... renegado cuanto es cierto... fementidas las promesas de la razón universal, muertas las esperanzas más concienzudas, hechas cenizas las aspiraciones más puras del alma humana, reducidas a fangosas realidades las verdades más queridas. No viste el bacanal de la injusticia, el carnaval de la indignidad, la orgía de todos los errores... la edad de oro de todos los egoísmos repugnantes... la omnipotencia universal del oro, la impotencia absoluta del deber, la canonización de las pasiones más abyectas, el endosamiento de todas las barbaries, el juicio final del sentido común en nuestra especie.
José Martí
José Julián Martí y Pérez (La Habana (Cuba); 28 de enero de 1853 –Dos Ríos; 19 de mayo de 1895), también conocido por los cubanos como «El apóstol», fue un político, pensador, periodista, filósofo, poeta y masón cubano, creador del Partido Revolucionario Cubano (PRC) y organizador de la Guerra del 95 o Guerra necesaria.
Sus padres fueron Don Mariano Martí y Navarro, procedente de Valencia, y Doña Leonor Pérez Cabrera, originaria de Santa Cruz de Tenerife, islas Canarias. Fue al colegio de San Anacleto, dirigido por Rafael Sixto Casado y más tarde al colegio de San Pablo, dirigido por Rafael María de Mendive, quien se convertiría en un segundo padre para él. Con sus padres viaja a España en 1857 y regresa a Cuba en junio de 1859. Su padre desempeñó varios cargos en el ejército: primero fue celador y más tarde ocupó el puesto de capitán, juez pedáneo de La Habana al sur de la actual provincia de Matanzas, desde abril de 1862 a enero de 1863. Durante este tiempo,su padre lo lleva con él y lo tiene a su lado. Gracias a gestiones de su maestro y educador María de Mendive, en agosto de 1866 ingresa en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana. El 19 de enero de 1869, ya comenzada la llamada Guerra de los Diez Años (1868-1878) en los campos cubanos, publica junto a su amigo Fermín Valdés Domínguez sus primeros artículos políticos en El Diablo Cojuelo, periódico que pertenecía a este último. El 23 de enero de ese mismo año editó un único número de su periódico La Patria Libre, donde hace público su drama en verso, Abdala.
(Extracto de Abdala 1869)
El amor madre a la patria,
No es el amor ridículo a la tierra
Ni a la yerba que pisan nuestras plantas
Sino el odio invencible a quien la oprime
Es el rencor eterno a quien la ataca (…)
A raíz del encarcelamiento de su maestro y guía Mendive, a causa de los sucesos del teatro Villanueva entre un grupo de partidarios de la independencia y los más recalcitrantes elementos de un cuerpo paramilitar llamados «Los Voluntarios», se producen varios registros en las viviendas de muchos criollos intelectuales, entre ellos la casa de Fermín Valdéz Domínguez, su amigo, lugar donde se encuentra una carta firmada por Martí y dirigida al condiscípulo Carlos de Castro y de Castro, en la cual lo trata de traidor por no apoyar la causa criolla y haberse alistado en el ejército español. Juzgado en consejo de guerra, Martí, quien además en dicho juicio asume toda la responsabilidad, fue condenado a 6 años de cárcel y Fermín Valdéz a seis meses.
El 21 de octubre de 1869, a la edad de 16 años, Martí ingresa en prisión y desde la cárcel le envió una foto a su madre con los siguientes versos escritos por él :
"Mírame, madre,
y por tu amor, no llores:
Si esclavo de mi edad y mis doctrinas
tu mártir corazón llené de espinas,
piensa que nacen entre espinas flores".
El 4 de abril de 1870 fue llevado a las canteras de San Lázaro, junto a otros presos, a realizar trabajos forzados. Allí conoció las injusticias de la prisión y la rudeza con que las autoridades españolas trataban a los condenados. Quebrantada su salud, su padre hace varias gestiones hasta que logra que le conmuten la pena por el destierro a España. Así el 15 de enero de 1871 parte rumbo a Cádiz, poco después se establece en Madrid y en ese mismo año publica El presidio político en Cuba su primera obra en prosa y en la que denuncia las atrocidades del gobierno colonial español en la Isla, y en particular muestra horrorizado las atrocidades que se cometieron con otro de los prisioneros: Pedro Figueredo, un niño que era sometido a trabajos forzados estando enfermo. También comienza sus estudios de Derecho en la Universidad Central e inicia al mismo tiempo una incipiente pero rápida actividad política en la metrópolis que lo lleva a sostener polémicas con el periódico madrileño La Prensa, y donde condena el fusilamiento de los 8 estudiantes de medicina en La Habana, acaecido en 1871, acusados de haber profanado la tumba del periodista español Gonzalo de Castañón. Es válido señalar sobre este hecho que estos estudiantes de medicina fueron condenados realmente por la rabia que causaba al ejercito español los triunfos militares que estaban ocurriendo en Oriente; pués ya había comenzado la llamada Guerra de los diez años o Guerra Grande. Ésta fue una época de violentas represiones contra la población civil cubana. Después de operado por las lesiones producidas por los grilletes de la cárcel, por las cuales seguirá sufriendo el resto de su vida, se traslada a Zaragoza con su amigo Fermín Valdés en 1873. Allí, en 1874 termina su drama Adúltera. En sólo un año se gradúa de Licenciado en Derecho Civil y Canónico y, pocos meses después, de Licenciado en Filosofía y Letras. Durante estos ultimos dos años, Martí descubre lo más significativo del filósofo alemán Krause a través de sus seguidores españoles, y le presta una gran atención a su trascendentalismo en filosofía, lo cual va a ser el punto en común con el filósofo norteamericano Emerson, a quien Martí le profesó una gran admiración durante toda su vida de literato, educador, político y militar hasta su muerte. A fines de 1874 viaja a varias ciudades europeas, entre ellas París, dónde conoce a Víctor Hugo, Augusto Vacquerie y más tarde, en un segundo viaje, a la actriz Sarah Bernhardt. Poco después viaja a México, al que llega desembarcando por Veracruz. Allí experimentó dos años trascendentales en su vida, ya que aprendió a conocer la América profunda, la américa indígena y su pasado de grandeza. En ese mismo país conoce y contrae matrimonio, en 1877, con Carmen Zayas-Bazán, una Camagüeyana proveniente de una familia acomodada exiliada en México. Esta época va a ser muy intensa para la vida de José Martí, viaja a Guatemala donde fue nombrado catedrático de literatura y de historia de la filosofía en la escuela normal central de ciudad de Guatemala, colabora en varias publicaciones como la revista «Universidad» y es nombrado vicepresidente de la sociedad literaria Patria y Libertad. En esos tiempos sostiene una profunda amistad con María García Granados hija del ex presidente de guatemalteco Miguel García Granados y a la que inmortalizaría en su poema, La niña de Guatemala que forma parte de versos sencillos.
El 31 de agosto de 1878 regresa a La Habana y allí comienza a trabajar en los bufetes de abogado de Nicolás Azcárate y Miguel Viondi. El 22 de noviembre nace su hijo José Francisco a quien todos conocerían después como "el Ismaelillo", por la obra que le dedicó, del mismo nombre. El 21 de abril de 1879, por sus discursos en el Liceo de Guanabacoa, fue detenido y acusado de conspirador, motivo por el cual es deportado nuevamente hacia España el 25 de septiembre de ese mismo año.
En 1882 publica El Ismaelillo, dedicado a su hijo, y Versos Libres.
A su hijo le escribe en en el prologo de El Ismaelillo:
Hijo :
Espantado de todo, me refugio en ti.
Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud, y en ti.
Si alguien te dice que estas páginas se parecen a otras páginas, diles que te amo demasiado para profanarte así.
Tal como aquí te pinto, tal te han visto mis ojos. Con esos arreos de gala te me has aparecido. :Cuando he cesado de verte en esa forma, he cesado de pintarte. Esos riachuelos han pasado por mi corazón.
¡Lleguen al tuyo !
En 1881 se establece en Nueva York, lugar donde comienza a planificar y organizar la independencia de Cuba, colaborando con los periódicos neoyorquinos The Hour y The Sun. A partir de este momento, su vida no tiene reposo. Discursos, publicaciones y encuentros para organizar la guerra, fueron actividades mediante las cuales nucleó a los cubanos emigrados dentro de clubes revolucionarios que fueron la célula fundamental de lo que más tarde sería el Partido Revolucionario Cubano (PRC), fundado el 10 de abril de 1892 en el Club San Carlos, Cayo Hueso, Florida (EE.UU); siendo el resultado de años de intensa labor de reunificación y organización del exilio cubano para recomenzar la "guerra necesaria", quedando las causas de Cuba y Puerto Rico unidas en los estatutos del PRC. Ya en esta época Martí, además de resumir en su obra y acción lo más avanzado del espíritu progresista del pensamiento político cubano, Félix Varela, José de la Luz y Caballero, es además un americanista convencido en la necesidad de la unión de lo que el denominó Nuestra América, convirtiéndose indiscutiblemente en uno de los pensadores más ilustres de América y del mundo cuyo pensamiento conserva toda vigencia en nuestros días. Lo que Martí predica en su tiempo es lo que se debe lograr en éste. El 5 de septiembre de 1881 escribe sus Cartas de Nueva York o Escenas Norteamericanas, que aparecerán en diferentes diarios americanos como La Opinión Nacional de Caracas, El Partido Liberal de México, La Nación de Buenos Aires, La América de Nueva York y otros. En 1882 escribe la mayoría de los poemas conocidos como Versos Libres. Por esta época la intensa labor periodística y al mismo tiempo de organizador de la guerra provocan una ruptura con su esposa Carmen Zayas-Bazán con quien se separa definitivamente. Esta a través de un cónsul radicado en Nueva York lo separa de su hijo y escapa sin su consentimiento. En 1883 es redactor de La América, de la que más tarde sería su director. En 1885 publica Amistad Funesta, considerada hoy como la primera novela modernista. En 1886 trabaja sin descanso como corresponsal en Nueva York de diversos periódicos latinoamericanos como La América, El Latino Americano, La República de Honduras y La Opinión Pública de Montevideo.
El 16 de abril de 1887 se encarga del consulado de Uruguay en Nueva York, en septiembre termina la traducción de Ramona, de Helen Hunt Jackson, colabora en El Economista Americano de Nueva York y trabaja en la traducción del poema Lalla Rookh, de Thomas Moore que no ha podido ser hallada. El 25 de marzo de 1889 aparece publicada en The Evening Post, su carta de "Vindicación de Cuba" en respuesta a un artículo del The Manufacturer de Filadelfia sobre la posible compra de Cuba por los Estados Unidos. En julio de ese año aparece La Edad de Oro, revista mensual dedicada a los niños de América enteramente redactada por él y del que sólo salieron cuatro números. El 24 de julio de 1890 fue nombrado cónsul de Argentina en Nueva York, el 30 del Paraguay y en octubre comienza a trabajar como instructor de español en la clase nocturna de la escuela central de Nueva York.
Ese mismo año es designado representante de Uruguay en la Comisión Monetaria Internacional Americana de Washington D.C..
Para dedicarse por entero a su labor patriótica de organización de la guerra en Cuba y para acallar las protestas del cónsul español, en octubre de 1891 renuncia a todos sus cargos de cónsul de Argentina, Uruguay y Paraguay así como a la presidencia de la Sociedad Literaria Hispano-Americana. Invitado por Néstor Leonelo Carbonell a nombre del Club Ignacio Agramonte llega a Tampa el 25 de noviembre de 1891 y el 26 y 27 pronuncia sus discursos Con Todos y para el Bien de Todos y Los Pinos Nuevos. El 10 de abril de 1892, en reunión de presidentes de las agrupaciones patrióticas de los clubes en el Hotel Duval House, se aprueban las bases y estatutos del Partido Revolucionario Cubano. De regreso a Nueva York pronuncia un discurso conocido como oración de Tampa y Cayo Hueso en el Hardman Hall. Funda el periódico Patria, que aparece el 14 de marzo y es elegido delegado del Partido Revolucionario Cubano. El 31 de agosto parte a entrevistarse con Máximo Gómez, el Generalísimo, en Montecristi (Republica Dominicana). De regreso a Nueva York continua con su actividad hasta que el 25 de mayo de 1893 se traslada de nuevo a Santo Domingo, donde una vez más se entrevista con Gómez y el 30 conferencia con el Mayor General Antonio Maceo en San José de Costa Rica. El 28 de octubre pronuncia en Nueva York un discurso en honor de Bolívar, y prosigue su intenso trabajo de organización a través de una copiosa correspondencia y viajes incesantes por Estados Únicos, Costa Rica, Panamá, Jamaica, y México, país donde se entrevista con su presidente Porfirio Díaz. Hacia finales de 1894 casi ha completado los detalles del «Plan Fernandina», consistente en invadir la isla de Cuba mediante tres expediciones coordinadas con levantamientos internos; pero el plan fracasa, por una delación en la cual se culpa al coronel López de Queralta. Una vez fracasado el plan, el 30 de enero de 1895, sale de Nueva York hacia Cabo Haitiano en compañía de Mayía Rodríguez y de Enrique Collazo. El 25 de marzo, después de conocer las noticias del alzamiento en Cuba, redacta El manifiesto de Montecristi, programa ideológico de la revolución, firmado por él y por Máximo Gómez. El 1 de abril escribe a Gonzalo de Quesada y Arostegui y sale de Montecristi hacia Cuba con Máximo Gómez y otros patriotas en la goleta Brothers, cuyo capitán se niega a cumplir lo pactado, llegar hasta las costas cubanas. Finalmente el 10 del mismo mes parten de Cabo Haitiano en el vapor Nordstrand hacia Cuba y desembarca en el sitio conocido como Playitas de Cajobabo al sur de la región oriental de la Isla.
El 11 de abril de ese año de 1895 en pleno monte establecen contacto con la guerrilla de Félix Ruenes y más tarde con las fuerzas de José Maceo, hermano del heroico General Antonio Maceo, y el 3 de mayo redacta el manifiesto sobre las causas de la guerra para el New York Herald. El 15 de abril, los generales veteranos de la Guerra de los Diez Años, Máximo Gómez y Antonio Maceo, en justo reconocimiento a su labor titánica de organizar la guerra y unir a los cubanos en un mismo objetivo, la independencia, lo nombran Mayor General del Ejército Libertador. Aunque saludado como Presidente de la República en Armas el 10 de mayo de 1895 y días siguientes nunca pudo ser electo tal: fue en cambio Delegado del Partido Revolucionario Cubano. El marqués de Santa Lucía, Salvador Cisneros Betancourt, que ya había sido Presidente de la República en 1873-1875, tras el mandato del pater patriae Céspedes (1869-1873), ocupa de nuevo la Presidencia de la República de Cuba en Armas de 1895-1897.
Un día antes de morir, el 18 de mayo de 1895, le escribe a su amigo Manuel Mercado en un campamento cerca de Dos Ríos, la que sería su última carta, considerada su testamento político:
« Campamento de Dos Ríos, 18 de mayo de 1895
Señor. Manuel Mercado.
Mi hermano queridísimo: Ya puedo escribir: ya puedo decirle con qué ternura y agradecimiento y respeto lo quiero, y a esa casa que es mía, y mi orgullo y obligación; ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlode impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser, y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin. Las mismas obligaciones menores y públicas de los pueblos como ese de Vd., y mío, más vitalmente interesados en impedir que en Cuba se abra, por la anexión de los imperialistas de allá y los españoles, el camino, que se ha de cegar, y con nuestra sangre estamos cegando, de la anexión de los pueblos de nuestra América al Norte revuelto y brutal que los desprecia, — les habrían impedido la adhesión ostensible y ayuda patente a este sacrificio, que se hace en bien inmediato y de ellos.
Viví en el monstruo, y le conozco las entrañas; y mi honda es la de David.
El 19 de mayo de 1895 cae en combate cerca un lugar conocido como Dos Ríos, donde se cruzan los ríos Cauto y Contramaestre, en una escaramuza contra una tropa al mando del coronel español Ximénez de Sandoval, los detalles de su caida y su posterior indentificacion hasta su reposo final son los siguientes:
Eran apenas pasado el mediodía el 19 de mayo de 1895, Martí a lomo de su caballo Baconao entre la confusión del encuentro buscaba al general Máximo Gomez, iba acompañado por su ayudante el joven Ángel de la Guadia.
Tres tiros certeros proveniente de unos fusileros españoles escondidos en algunos matorrales del lugar cegaron la vida del apostol, uno penetro en el pecho fracturandole el esternón, otro que penetro por la parte alta del cuello destrozándole el labio superior, y el otro en el muslo derecho fracturandole la tibia y el peroné. Al caer Martí su ayudante Ángel de la Guardia regresa al campamento con los suyos e informa de la noticia a Maximo Gomez quien en gesto impulsivo galopo hacia el lugar de los hechos y trato de recuperar el cuerpo pero no le resulto posible, las tropas españolas tenían rodeado el lugar y una barrera de fuego impedía todo acercamiento, Gomez en un acto de furia practicamente arremete tan cerca de los españoles que estos pensaron que lo habían herido.
Al día siguiente el 20 de mayo, Gomez envía un mensaje al jefe de la columna española para conocer el verdadero estado de Martí, si vivía o si estaba muerto le entregaran el cuerpo, pero no recibió respuesta alguna. (Años mas tarde Ximenez de Sandoval aseguro a Gonzalo de Quesada que nunca había recibido tal mensaje de Gomez.
Después de los acontecimientos los españoles realizaron una identificacion in situ del cadáver, los que identificaron el cuerpo fueron el capitán Enrique Satué que había conocido a Martí en Santo Domingo y el prisionero Carlos Chacón "Este es uno nombrado Martí, y esta mañana le di una jícara de leche, que quizo pagarme, y no le cobre…según sus propias palabras." Además se le encontraron documentos y objetos que acreditaban la identidad del jefe cubano, como un reloj con las iniciales JM y un pañuelo con las mismas iniciales, abundante correspondencia personal y oficial como las cartas de Carmen Miyares, María y Carmen Mantilla, Bartolomé Maso y Clemencia Gomez hija del generalísimo, y todas dirigidas a el, además del manuscrito inconcluso de la misiva a Manuel Mercado su gran amigo mexicano.
Sandoval le comento a Gonzalo de Quesada años después que El reloj fue regalado por el, al ministro de la Guerra Marcelo Azcarraga y el revolver al general Martinez Campos. El día 20 cerca de las tres de la tarde el cadáver fue conducido por cuatro soldados al cementerio del poblado de Remanganaguas, fue enterrado en tierra viva y solo con el pantalón que le vestía, se le dio sepultura en una fosa debajo del cadáver de un soldado español. Sin embargo la noticia de la caída de Martí se expande rápido por la isla y sobre todo de la prensa habanera que se debate entre la veracidad de la nueva, el 22 de mayo dos días después de haber sido enterrado, el general Salcedo ordena su exhumacion su embalsamiento y su traslado a Santiago de Cuba para una ultima y definitiva identificacion.
El forense santiaguero Pablo Aurelio de Valencia inicia su misión el día 23 alrededor de las 5:30 pm, la tumba estaba marcada con dos grandes piedras y sobre ellas aun se hallaba el saco negro de Martí donde encontraron un pañuelo de seda con las marcas JM. El cuerpo estaba en avanzado estado de descomposicion, le extirparon las vísceras y el corazón que fueron enterrados allí mismo, para ralentizar la avanzada descomposición el Dr Valencia aplico una serie de inyecciones de una solución de bicloro al 1% y luego con una solución de alumbre y ácido salicílico prepararon una especie de barniz con el que unto el cuerpo.
Un carpintero por ocho pesos construyo un tosco féretro de cedro con una ventana de cristal sin forro interior, y el 26 de mayo a las seis de la tarde llega por tren celosamente escoltado el cuerpo de José Martí en su humilde ataúd a Santiago de Cuba, al día siguiente y después de haber procedido a todo tipo de identificaciones frente a la prensa se realiza una ceremonia fúnebre presidida por el coronel Sandoval quien pronuncio nobles palabras en alusión al caído, el féretro fue depositado en el nicho 134 de la galería sur del cementerio de Santa Ifigenia de la ciudad de Santiago de Cuba.
En 1907 los restos del apóstol fueron nuevamente desenterrados ante la presencia de Carmen zayas-bazan y numerosas personalidades de la ciudad, al comprobar que los restos estaban completos estos fueron depositados en una caja de plomo que fue posteriormente sellada y depositada en otra de Caoba, en espera de la construcción de un monumento a la altura del héroe. En 1947 fueron trasladados transitoriamente al Retablo de los Héroes hasta el 30 de Junio de 1951 en que por fin los restos del apóstol reposan en paz en el monumento actual, situado en el mismo cementerio de Santa Ifigenia en la ciudad de Santiago de Cuba.
Una bala segó la vida del héroe cubano en plena madurez, Algunas versiones sugieren que bien se trató de un suicidio político para un héroe ideológico sin experiencia en el combate.
Su genio político rebasó las fronteras de su tierra y su época, las facetas de su pensamiento se encuentran interrelacionadas en la tarea que se impuso y a la cual dedicó toda su vida, la unidad de todos los cubanos, la expulsión del dominio colonial español de la Isla, evitar el peligro de una expansión norteamericana y fundar una república libre e independiente, "Con todos y para el bien de todos".
José Martí fue un revolucionario incansable en el arte y en la política; su obra es inmensa y abarca la poesía, la novela, el periodismo y el ensayo. Fue un gran pensador, orador, diplomático y político. En el campo de la poesía merecen mención Ismaelillo (1882), Versos Sencillos (1891), Versos Libres y Flores del Destierro. Sus obras ensayísticas más notables son el Presidio Político en Cuba (1871) y Nuestra América (1891), cabe también destacar su obra epistolar, de un elevadísimo nivel literario. Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el Cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar. Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo en la cabeza, sino con las armas en la almohada, como los varones de Juan de Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra.
Ni ¿en qué patria puede tener un hombre más orgullo que en nuestras repúblicas dolorosas de América, levantadas entre las masas mudas de indios, al ruido de pelea del libro con el cirial, sobre los brazos sangrientos de un centenar de apóstoles? De factores tan descompuestos, jamás, en menos tiempo histórico, se han creado naciones tan adelantadas y compactas. Cree el soberbio que la tierra fue hecha para servirle de pedestal, porque tiene la pluma fácil o la palabra de colores, y acusa de incapaz e irremediable a su república nativa
La incapacidad no está en el país naciente, que pide formas que se le acomoden y grandeza útil, sino en los que quieren regir pueblos originales, de composición singular y violenta, con leyes heredadas de cuatro siglos de práctica libre en los Estados Unidos, de diecinueve siglos de monarquía en Francia. Con un decreto de Hamilton no se le para la pechada al potro del llanero. Con una frase de Sieyès no se desestanca la sangre cuajada de la raza india.
La universidad europea ha de ceder a la universidad americana. La historia de América, de los incas acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria. Los políticos nacionales han de reemplazar a los políticos exóticos. Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas. Y calle el pedante vencido; que no hay patria en que pueda tener el hombre más orgullo que en nuestras dolorosas repúblicas americanas. La influencia del pensamiento martiano en los cubanos es tal que aún hoy día, a más de un siglo de su muerte, parece ser Martí una vez más quien se eleva en figura protectora y reunificadora de los cubanos. Su figura es tan respetada e idolatrada tantos por los cubanos que se encuentran en el exilio como por el Gobierno cubano. No hay proyecto de nación en Cuba sin el ideario martiano pues su pensamiento es la base de todo sentido de identidad y nacionalidad del pueblo cubano. Es por ello que José Martí es para cada cubano, y bien ganado el título, "El Apóstol".
Fue precursor del Modernismo, junto a Manuel González Prada (Perú), Rubén Darío (Nicaragua), Julián del Casal (Cuba), Manuel Gutiérrez Nájera (México), Manuel de Jesús Galván (República Dominicana), Enrique Gómez Carrillo (Guatemala), José Santos Chocano (Perú) y José Asunción Silva (Colombia), dio forma al movimiento.
Versos Sencillos: 1891 "La Bailarina Española"
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El alma trémula y sola
Padece al anochecer:
Hay baile; vamos a ver
La bailarina española.
Han hecho bien en quitar
El banderón de la acera;
Porque si está la bandera,
No sé, yo no puedo entrar.
Ya llega la bailarina:
Soberbia y pálida llega:
¿Cómo dicen que es gallega?
Pues dicen mal: es divina.
Lleva un sombrero torero
Y una capa carmesí:
¡Lo mismo que un alelí
Que se pusiese un sombrero!
Se ve, de paso, la ceja,
Ceja de mora traidora:
Y la mirada, de mora;
Y como nieve la oreja.
Preludian, bajan la luz,
Y sale en bata y mantón,
La virgen de la Asunción
Bailando un baile andaluz.
Alza, retando, la frente;
Crúzase al hombro la manta:
En arco el brazo levanta;
Mueve despacio el pie ardiente.
Repica con los tacones
El tablado zalamera,
Como si la tabla fuera
Tablado de corazones.
Y va el convite creciendo
En las llamas de los ojos,
Y el manto de flecos rojos
Se va en el aire meciendo.
Súbito, de un salto arranca;
Húrtase, se quiebra, gira;
Abre en dos la cachemira,
Ofrece la bata blanca.
El cuerpo cede y ondea;
La bata abierta provoca,
Es una rosa la boca;
Lentamente taconea.
Recoge, de un débil giro,
El manto de flecos rojos:
Se va, cerrando los ojos,
Se va, como en un suspiro...
Baila muy bien la española,
Es blanco y rojo el mantón:
¡Vuelve, fosca, a su rincón
El alma trémula y sola!
Lola Rodríguez de Tió
Nació en San Germán, en septiembre de 1843 y murió en Cuba el 10 de noviembre de 1924. Cursó estudios primarios en su pueblo natal, mudándose luego a Mayagüez. Comenzó a escribir desde muy joven empezó a publicar sus versos en los Periódicos de la Isla, virtiendo en sus escritos su inmenso amor por la patria libre y soberana.
El escritor José Luis González la llama "la figura femenina de mayor prestancia en la lírica puertorriqueña".
En el 1884 escribió unos versos patrióticos para la música de la danza que hoy días es himno nacional "La Borinqueña" de Félix Astol. Publicó los siguientes poemarios: Mis cantares (1876), Claros y nieblas (1885), Mi libro de Cuba (1893). Poesías (Publicación póstuma, 1960). Una de las figuras sobresalientes del lirismo puertorriqueño para esta mitad de siglo. Su vida y su obra escenifica el destino de los patriotas puertorriqueños que se oponen al régimen colonial.
Contrajo matrimonio con el también periodista y literato Bonocio Tió Segarra. Fue pionera como defensora de los derechos de la mujer. No descansaba en denunciar el gobierno despótico colonial en la Isla y propagar los ideales revolucionarios, por lo que fue perseguida durante toda su vida por las autoridades policiacas.
Colaboró activamente en el excarcelamiento de autonomistas presos en celdas del castillo El Morro y el fuerte San Cristóbal, durante el régimen de los compontes.
En 1887, fue desterrada a Caracas junto a su esposo, y a La Habana en el mismo año. En la capital cubana, se identificó militantemente con el ideal martiano. Esto la llevó de nuevo a su expulsión, ésta vez a la ciudad de Nueva York, en 1892. Mas, tan pronto llegó, ingresó al Partido Revolucionario Cubano que buscaba la libertad de Cuba y Puerto Rico.
Sus versos, indica el profesor Efraín Barradas, - antillanos, cultos y populares - superan los entonces vicios del romanticismo y, al final de su vida, leabre el camino al modernismo reformador. Entre sus poemas más conocidos, se encuentran "Cantares", "Mi ofrenda", "Adiós a mi casita", "A mi esposo ausente", "Canto a Puerto Rico" y "Madrigal". Publicó Mis cantares (1876); Claros y nieblas (1885); A mi patria en la muerte de Corchado (1885), y Nochebuena (1887).
Cuba fue su segunda patria, y a la hermana antillana le dedicó el libro "Mi libro de Cuba" en 1893, y el conocido "A Cuba", que dice:
La poesía de Lola es una que toca los temas de profundidad en la filosofía y la moral. Ella es la autora de la versión revolucionaria "La Borinqueña", nuestro himno nacional.
* La borinqueña
* Muerta en Alta Mar
* El Poeta:
* Mi libro de Cuba
La borinqueña
Despierta, borinqueño
que han dado la senil!
Despierta de ese sueno
que es hora de luchar!
A ese llamar patriótico
no arde tu corazón?
Ven! Nos será simpático
el ruido del canon.
Mira, ya el cubano
libre será;
le dará el machete
su libertad...
le dará el machete
su libertad.
Ya el tambor guerrero
dice en su son,
que es la manigua el sitio,
el sitio de la reunión,
de la reunión...
de la reunión.
El Grito de Lares*
se ha de repetir,
y entonces sabremos
vencer o morir.
Bellísima Borinquen,
a Cuba hay que seguir;
tu tienes bravos hijos
que quieren combatir.
ya por mas tiempo impávido
no podemos estar,
ya no queremos, tímidos
dejarnos subyugar.
Nosotros queremos
ser libre ya,
y nuestro machete
afilado esta..
y nuestro machete
afilado esta.
Por que entonces, nosotros
hemos de estar,
tan dormidos y sordos
y sordos a esa señal?
a esa senil, a esa senil?
No hay que temer, riquenos
al ruido del canon,
que salvar a la patria
es deber del corazón!
ya no queremos déspotas,
caiga el tirano ya,
las mujeres indómitas
también sabrán luchar.
Nosotros queremos
la libertad,
y nuestros machetes
nos la dará...
y nuestro machete
nos la dará...
Vámonos, borinqueños,
vámonos ya,
que nos espera ansiosa,
ansiosa la libertad.
La libertad, la libertad!
*El Grito de Lares fue un movimiento revolucionario que fue menguado por las tropas españolas, este fue en pueblo de Lares.
Muerta en Alta Mar
(A María Adriana Giberga, hija de Eliseo Giberga Gali)
Ven a llorar conmigo,
Oh Musa! que al dolor no eres ajena:
Ven, y serás testigo,
de la profunda pena,
que de luto y de llanto el alma llena!
Ven ceñida de flores
que guarden puro el matinal rocío;
capullos soñadores,
que con el canto mío
su aroma llevan a un hogar vacío...
Hogar infortunado,
que vio perderse con amargo duelo,
al ángel adorad,
que al remontar su vuelo,
dejo huérfano el nido, por el cielo!
Que corta fue su estancia,
en este triste y engañosa vida;
y a que larga distancia,
de su patria querida,
lanzo el adiós de eterna despedida!
Por que, por que a deshora,
la azucena en botón, que se nutria,
con néctar de la aurora,
murió al nacer el día,
cuando apenas sus pétalos abría!
Yo vi, yo vi el encanto,
con que cuidaban el botón naciente!
Y su amor era tanto,
que no habrá quien intente,
contener de sus lagrimas la fuente!
Como han de estar serenos
los desolados padre de María?
Como no echar de menos
la luz de su alegría,
en esa noche lóbrega y sombría?...
Tal parece que el ruido,
y al gemir de la olas y del viento,
vienen a herir mi oído;
y el lastimado acento
de su madre infeliz, también lo siento!...
Pero a que de esta suerte
el recuerdo enlutar, si no consigo,
Ay! el volver a verte
en el hogar amigo,
donde te dio el Amor tan blando abrigo!
En vano el pecho exhala
hondo suspiro de mortal anhelo;
en vano tiende el ala,
para alcanzar tu vuelo;
Si nunca has de tornar del alto cielo!
Oh Musa! Pliega el canto!
no mas lastimes un dolor profundo!...
Y de la madre en tanto,
corra el llanto fecundo,
que ha quien llora con ella en este mundo!
14 de marzo de 1985
El Poeta:
Poeta? No. Sobre el macizo idioma
en que su huella el ideal estampa,
domo mis versos cual el gaucho doma
sus salvajes corceles en la pampa.
Salta el mármol, fragmento por fragmento,
al golpe del cincel que lo domeña,
y luce al fin su forma el pensamiento;
mas no la forma que el artista sueña.
Intento a veces esculpir la espuma
en que Venus emerge sonreída,
y, aunque su torso la belleza esfuma,
falta el nervio, la pasión , la vida.
Mi estrofa, dura y desigual, rebota
como el corcel del gaucho en la vertiente;
ansío recobrarla y esta rota,
y surge a chorros su perfume ardiente.
Quiero la rima que solloce y cante;
que exprese la nostalgia y el deseo;
que quiebre le mode de Virgilio y Dante;
que se burle de Pindar y Tirteo
Y esa eterna maniática, que abreva
siglos y siglos en la misma onda,
no logra modular la nota nueva
que a mis antojos íntimos responda.
Ya no vivimos en los grandes días
que poblaron las ninfas y los Hados:
las ánforas de Chipre están vacías
y los plintos de Atenas soterrados.
Y en esta edad, y en siglo como este,
partido en dos entre Mercurio y Marte,
aun no asoma la fimbria de su veste
la soberana encarnación del arte.
De frente al sol, sobre el macizo idioma
en que su huella el ideal estampa,
domo mis versos cual el gaucho doma
sus salvajes corceles en la pampa.
Mi libro de Cuba
¡Vuestros dioses tutelares
Han de ser también los míos!
Vuestras palmas, vuestros ríos
repetirán mis cantares...
Culto rindo a estos hogares
Donde ni estorba ni aterra
El duro brazo que cierra
Del hombre los horizontes...
¡Yo cantaré en estos montes
Como cantaba en mi tierra!
Cuba y Puerto Rico son
De un pájaro las dos alas,
Reciben flores y balas
Sobre el mismo corazón...
¡Qué mucho si en la ilusión
Qué mil tintes arrebola,
Sueña la musa de Lola
Con ferviente fantasía,
¡De esta tierra y la mía,
Hacer una patria sola!
Le basta al ave una rama
Para formar blando lecho:
Bajo su rústico techo
¡Es dichosa porque ama!
Todo el que en amor se inflama
Calma en breve su hondo anhelo:
Y yo plegando mi vuelo,
Como el ave en la enramada,
Canto feliz, Cuba amada,
¡Tu mar, tu campo y tu cielo!
Eugenio Maria de Hostos
"El ciudadano de América" -
Nació Hostos en el barrio Río Cañas, de Mayagüez un 11 de enero de 1839. Fueron sus padres Eugenio de Hostos e Hilaria de Bonilla.
De Hostos y Bonilla se destacó en toda Latino américa como filósofo, pedagogo, escritor, sociólogo, periodista y firme defensor de la independencia de Puerto Rico.
Hostos inició sus estudios primarios en San Juan, prosiguiendo en la península española. En ella, obtuvo su bachillerato en la Universidad de Bilbao y comenzó la carrera de Derecho en la Universidad de Madrid, la que no concluyó.
Con sus escritos periodísticos luchó intensamente por la abolición de la esclavitud y por reformas autónomas para Cuba y Puerto Rico, que prometía el liberalismo español. No satisfecho con la actitud de los liberales, se convirtió en un ferviente líder separatista uniéndose en Nueva York al grupo de cubanos revolucionarios que luchaban por la independencia de su patria. En la ciudad de los rascacielos, dirigió su periódico oficial "La Revolución".
A los 24 años, en el 1863, nuestro insigne escritor antillano había escrito la novela de contenido político-social "La Peregrinación de Bayoán". En el 1867, el ensayo "Romeo y Julieta"; en el 1873 "Juicio crítico de Hamlet "; "Tratado de sociología" en el 1883; "Lecciones de derecho constitucional" en el 1887, y al año siguiente "Moral social". Su "Ensayo sobre la Historia de la lengua castellana y la Historia de la civilización antigua" (1894); "Geografía evolutiva" y "Cartas Públicas acerca de Cuba" (1896, artículos de prensa); y en el 1899, "El caso de Puerto Rico". También publicó el opúsculo "Los frutos de la normal" (exposición de pedagogía práctico-científica escrita por encargo del Gobierno de la República Dominicana). Además escribió para sus hijos, los cuentos: "El barco de papel"; "La primera oración"; "Mailla"; "El primer acceso"; "La recaída" y "La beata". Todos ellos escritos en 1878. La vasta obra de este autor fue recopilada por el Gobierno de Puerto Rico en una edición de sus "Obras completas", en el 1940.
La Junta Revolucionaria Cubana lo designó Delegado en Suramérica, por lo que en el año 1871 se embarcó en dicho misión. En Chile, se desempeñó como profesor en la Universidad Central, luchando allí en favor de la instrucción científica de la mujer. En ese país escribió su famoso "Juicio Crítico de Hamlet".
También sobresalió en Argentina y Chile por promover la construcción del ferrocarril andino. En reconocimiento a este hecho, la primera locomotora que cruzó los Andes llevó su nombre. En Perú, fue un ardiente defensor de los trabajadores chinos, brutalmente explotados. En Venezuela, contrajo matrimonio con la joven cubana Belinda de Ayala. En 1874 regresó a Nueva York y dirigió "La América Ilustrada". Más tarde viajó a Santo Domingo y dirigió el periódico "Las Tres Antillas". En el año 1880 fundó la Escuela Normal de Santiago de los Caballeros. En 1888, el Presidente de Chile lo invitó para que implementara su filosofía educativa positivista dirigiendo el Liceo Miguel Ángel Amunátegui. Con la Guerra Hispanoamericana, el Partido revolucionario Cubano, que encabezaba José Martí, lo designó como Delegado. Desde Mayagüez, Hostos intentó movilizar la opinión pública para evitar la incorporación de Puerto Rico a los Estados Unidos. Promovió la necesidad de que los puertorriqueños determinaran su destino, a través de un plebiscito, entre los líderes del país como Henna, De Diego, Matienzo Cintrón, Zeno Gandía, Muñoz Rivera, entre otros. En Washington D.C., el presidente McKinley y una Comisión del Congreso quedaron impresionados ante el vasto conocimiento de Hostos en el campo del Derecho Internacional. Mas, el Congreso sólo concedió poderes muy limitados y coloniales a la Isla con la Ley Foraker, inaceptables por Hostos.
Ante ello, regresó triste, otra vez, a su segunda patria: la República Dominicana, donde fue nombrado Director General de Enseñanza; y desempeñó, a la vez, la Dirección de la Escuela Normal de Santo Domingo. En dicha ciudad primada, falleció de una fiebre infecciosa el 11 de agosto de 1903. Nuestro distinguido compatriota puertorriqueño es considerado uno de los más grandes genios producidos en Latino américa durante el siglo 19. Por su extraordinaria gesta, muchos de estos países lo reclaman como su hijo. La Octava Conferencia Internacional Americana de 1938, lo honró con el título de "Ciudadano de América", con el cual lo había bautizado Antonio S. Pedreira en su biografía "Hostos, Ciudadano de América".
Máximo Gómez Báez
Máximo Gómez Báez "El Generalísimo" (Baní, República Dominicana, 18 de noviembre de 1836,La Habana, Cuba, 17 de junio de 1905) fue un general de la Guerra de los Diez Años y el General en Jefe de las tropas revolucionarias cubanas en la Guerra del 95.
Máximo Gómez Báez nació en Baní, provincia de Peravia, República Dominicana. Su infancia y adolescencia las pasó en su tierra natal. Con tan sólo 16 años Gomez se unió al ejército español en la lucha contra las invasiones haitianas de Faustine Soulouque logrando obtener el grado de alférez. Luchó para las tropas anexionistas en la Guerra de Restauración Dominicana (1861-1865). Cuando las tropas españolas fueron derrotadas en 1865 y huyeron hacia Cuba y Puerto Rico, Gómez también se fue con ellos hacia Cuba junto a su madre y dos hermanas, estableciéndose en la parte oriental del país. Originalmente, Gómez había ido a Cuba como oficial de caballería del ejército español. Pero en Cuba, el espectáculo desolador de la esclavitud de los negros y los desmanes de los funcionarios españoles contra los criollos provocaron cambios profundos en su conciencia. Cuando se produjo el alzamiento del 10 de octubre de 1868 (Grito de Yara) ya Gómez estaba vinculado a una de las tantas logias masónicas de la Isla, y es probable que fuera en alguna de las vinculadas por la agrupación "Gran Oriente de Cuba".
Desde que conoció del alzamiento de los independentistas capitaneados por Carlos Manuel de Céspedes, que se anticipó a la fecha acordada, decidió, junto a sus amigos de logia y, por el amor a los negros, según consta en su diario, alzarse en armas en Jiguaní, unos días después del alzamiento de la Demajuagua.
Se unió a sus fuerzas con el grado de Sargento. También se unieron desde el inicio otros dos oficiales dominicanos: Modesto Díaz y Luis Marcano. Entrenó a las tropas mambises en el uso del machete como arma en el combate, protagonizando la primera carga al machete de la Guerra de los Diez Años el 4 de noviembre de 1868 (la primera en la historia de Cuba la había dado el criollo de Guanabacoa José Antonio Gómez y Bullones, más conocido como Pepe Antonio, en la lucha sin cuartel que dieron las milicias populares de Guanabacoa a los ocupantes ingleses de la Habana, en 1762. El uso del machete como arma de guerra, su particular esgrima y más tarde la carga de caballería con el machete, fueron los primeros legados tácticos de Gómez (serían muchos más con el andar del tiempo) a la lucha de los patriotas cubanos. La escasez de armas de fuego modernas y de municiones hizo muy popular esta táctica. Famosa es la anécdota de los primeros meses de guerra, en que un soldado mambí preguntó si eran tres las balas asignadas a cada hombre. En respuesta, Gómez retiró una bala de cada canana o bolsa, dejando sólo dos y explicando que era "... un tiro para ablandar al enemigo y dar la carga al machete, así que todavía tienen uno de sobra..."
Durante los primeros meses de la Guerra Grande, Gómez se desempeñó en el departamento de Oriente, en el que llegó con rapidez al grado de Mayor General del Ejército Libertador. Al morir el Mayor General Ignacio Agramonte y Loynaz en los potreros de Jimaguayú, Gómez fue llamado por el secretario de Guerra de la República de Cuba en Armas para tomar a su mando las tropas de Camagüey. Allí tomó en sus manos la extraordinaria y temible caballería mambisa que legara Agramonte y reforzó la disciplina de la infantería. A partir de esa época tuvo bajo su mando al primero capitán, y que luego llegaría a Brigadier General, Henry Reeve, joven oficial norteamericano, conocido entre los patriotas cubanos como "El Inglesito".
Como militar de experiencia pronto supo ganarse el reconocimiento de todos los que integraban el ejército mambí, y su reputación de gran jefe militar y excelente estratega llegó a oídos de los generales españoles.
Luego de sus resonantes éxitos en los campos del Camagüey, del que los mambises eran prácticamente dueños, con excepción de las ciudades de Puerto Príncipe (hoy ciudad de Camagüey), Florida y Nuevitas, Gómez fue enviado a organizar las anárquicas tropas de Las Villas, más al Oeste, con vistas a llevar a cabo la invasión del Occidente, donde estaba no solamente la capital del país, sino la base económica del régimen colonial en Cuba: los ingenios azucareros más productivos, el tabaco y los frutales. Su gestión en las Villas fue infructuosa, por el intenso regionalismo dominante y por la coincidencia de este movimiento con las sediciones de Lagunas de Varona primero y de Santa Rita unos meses más tarde. La negativa de Vicente García González de marchar desde Las Tunas al occidente a reforzar las tropas de Las Villas intensificó la indisciplina de las tropas allí dispersas, lo que entristeció el ánimo de Gómez, quien retornó al Camagüey solamente cuando el inestable gobierno en armas se lo ordenó.Su acción militar más destacada fue la llamada invasión a Occidente, que causó daños considerables al ejército español, desestabilizando, además, la economía colonial al aplicar la táctica de la "tea incendiaria"; técnica consistente en incendiar los cañaverales de los hacendados que apoyaban al régimen colonial para así limitar los ingresos económicos del régimen.
En esa su primera campaña a occidente, caía su lugarteniente de caballería, Henry Reeve, en Yaguaramas, Actual provincia de Cienfuegos, quien se pegó un tiro con su última bala antes de caer prisionero de los españoles que lo habían cercado.
A partir del fugaz gobierno del presidente de la República de Cuba en Armas, Juan Bautista Spottorno, Gómez aplicó con toda severidad el decreto que llevaba su apellido (decreto Spottorno), de aplicar la pena de muerte a todo militar cubano que presentase proposiciones de paz que no estuvieran basadas en la independencia de Cuba. Cuando a finales de 1877 comenzó la astuta campaña pacificadora del General español Arsenio Martínez Campos, Gómez aceptó no la paz, pero sí una tregua que permitiera a los mambises una reorganización no sólo de las tropas algo desanimadas, sino de la estructura del gobierno y la pirámide de mandos, en particular de las relaciones entre el gobierno "civil" y los mandos militares. Al ser derogado por la Cámara de Representantes el decreto Spottorno, un grupo no despreciable de oficiales intermedios del Ejército Libertador comenzó a presentarse a las autoridades españolas, acogiéndose al Bando emitido por Martínez Campos de "amnistía y reconciliación". Muchos de ellos, algunos incluso sobornados por los españoles, quisieron depositar en Gómez la iniciativa de tales actos, tergiversando de esa forma su verdadera actitud.
No obstante, finalmente, luego de la captura por los españoles del entonces Presidente Cubano Tomás Estrada Palma y la floja gestión del gobierno ante las indisciplinas de Vicente García y otros oficiales cubanos sediciosos o "pacificadores", Gómez aceptó parlamentar con el general y Capitán General de Cuba, Martínez Campos. Corría el inicio de 1878, y en los Mangos de Baraguá se producía la famosa protesta de Antonio Maceo, quien seguía la lucha prácticamente solo, rodeado de españoles que eran unas doscientas veces más numerosos y mejor armados que los pocos mambises organizados. Gracias a la gestión de Gómez primero ante la Cámara cubana y luego ante Martínez Campos, se envió a Maceo al exterior, bajo salvoconducto de inmunidad diplomática, más para contrarrestar su intransigencia y salvarle la vida que para recaudar hombres, armas o municiones, como rezaba la orden del gobierno cubano en armas.
No obstante sus gestiones relacionadas con el Pacto del Zanjón y los generosos ofrecimientos monetarios de Martínez Campos, quien le trató con respeto y caballerosidad (incluso trató de dar a sus ofrecimientos un carácter legal para acallar el orgullo de Gómez), el Generalísimo se retiró de Cuba a Jamaica en la más absoluta miseria, adonde se fueron con él su esposa Bernarda Toro (Manana) y sus hijos. En esa época perdió a uno de sus pequeños. Fue ayudado financieramente por algunos amigos y comenzó a trabajar la tierra (una pequeña vega de tabaco) con sus propias manos. Posteriormente, Gómez se trasladó a Costa Rica, donde restableció el contacto con Maceo y luego entraría en contacto con José Martí, cuya labor organizadora para la "Guerra Necesaria" terminó por conquistarlo. Gómez aceptó sin reservas la dirigencia política natural de Martí, cuya extraordinaria visión política y excepcional personalidad de líder posibilitaron el financiamiento y organización de las principales expediciones. Además, prácticamente todos los oficiales de la Guerra Grande, incluidos Martí y Maceo, aceptaban y deseaban a Gómez en la máxima dirigencia militar de la Revolución.
Pasando por Montecristi, República Dominicana, Gómez firmó junto a Martí el histórico "Manifiesto de Montecristi", en el que los líderes dejaban expresa su ideología de independencia y de que la guerra no era contra los españoles, sino contra las autoridades coloniales de España en Cuba, para ingresar a Cuba en el concierto de las naciones libres e independientes. También se dejaba explícito el carácter popular y democrático de la lucha y de la República a ser fundada, una "República con todos y para el bien de todos", rechazando cualquier desviación o interpretación de la causa como guerra racial, pillaje o aventurerismo.
Finalmente, en abril de 1895 (el 24 de febrero se había producido el alzamiento), llegaron Gómez y Martí a Cuba, desembarcando en Playitas de Cajobabo, costa sur de Guantánamo. En otra expedición arribaron a Cuba los hermanos Maceo por Duaba, cerca de Baracoa. Pocas semanas después, luego de constituida la jerarquía militar del Ejército Libertador, con Gómez como General en Jefe y Antonio Maceo como Lugarteniente General, caía Martí en Dos Ríos, con gran pesar de Gómez, quien lo seguía como a un maestro pero cuidaba como a un hijo. A finales de ese mismo año comenzaría la Invasión a Occidente, una ingente gesta militar libertadora librada por Gómez y Maceo desde Mangos de Baraguá hasta Mantua, donde llegó Maceo hacia Octubre de 1896. La Invasión a Occidente fue llevada por una larga columna, cuyos mandos, de extrema flexibilidad y excelente coordinación, la fragmentaban para la guerra de guerrillas o para el combate campal, según las necesidades del momento. La columna marchaba mandada por Maceo como su Lugarteniente y por Quintín Bandera como General de División de la infantería mambisa.
Mientras Maceo avanzaba con Bandera más al oeste que Gómez, éste llevó a cabo en el Camagüey un movimiento constante alrededor de la capital provincial, llamada la "Campaña Circular", que sumó numerosos adeptos de la juventud camagüeyana, admiradores del gran guerrero. Igualmente llevó a cabo una campaña en Las Villas, que esta vez sí fue coronada por el éxito. Anteriormente había sido herido en el cuello durante el primer cruce de la Trocha Militar de Júcaro a Morón (actual provincia de Ciego de Ávila), un sistema de cercas, puestos militares y fortines que los españoles habían declarado inexpugnable. Después de eso casi siempre usaba un pañuelo en el cuello, con el que lo pintaría el periodista norteamericano Grover Flint, en varios de sus históricos bocetos.
En lo que es la frontera actual de Las Villas con Matanzas, Gómez llevó a cabo el célebre "Lazo de la Invasión", en el que retrocedió unos kilómetros ante fuertes columnas españolas, ante cuya vista destruyó las líneas férreas hacia el Oriente, para luego hacer un avance envolvente hacia Occidente, volviendo a cortar todas las comunicaciones, esta vez por el Oeste. Dejaba así a un gran contingente de tropas que fueron hábilmente hostigadas y diezmadas por guerrillas que si bien eran muy inferiores en número, estaban en pleno conocimiento del terreno y exterminaron a gran parte de los infelices "quintos" que eran traídos por decenas de miles a pelear en Cuba.
En La Habana, además de recibir su segunda y última herida de bala, incidente relativamente trivial para él, llevó a cabo una estrategia de movimientos extremadamente simple pero eficaz para eludir el combate abierto. Se movía en cuadriláteros de dos o tres kilómetros de lado, dejando atónitos a los expertos generales españoles, veteranos de guerras en Europa y África. Refugiándose por pocas horas en los cayos de monte habaneros, atacaba luego a las fuertes columnas hispánicas por la retaguardia, en cargas breves pero feroces. Con esos movimientos volvió a retirarse al Este, para reunirse con los patriotas en la histórica Asamblea de la Yaya, que se produciría a comienzos de 1897.
El Viejo, o Chino Viejo, como era conocido Gómez por sus íntimos, se llenó de pesar al conocer de la caída en combate de Antonio Maceo y junto a él de su bravo y querido hijo, Francisco "Panchito" Gómez Toro. Su pena la dejó plasmada en carta a María Cabrales, esposa de Antonio Maceo. Antes ya había caído José Maceo, el León de Oriente. Inmediatamente designó como Lugarteniente al experto Mayor General Calixto García Íñiguez, quien sería el encargado de llevar las acciones de guerra en todo el departamento oriental. Gómez se mantuvo durante todo 1897 operando entre Las Villas y Las Tunas, mientras en Occidente operaban los generales Lacret y Mayía Rodríguez. El verano de 1897 fue fatídico para las armas españolas no sólo por el exterminio a manos de las guerrillas mambisas que las hostigaban hasta de madrugada, sino por el paludismo, la disentería y otras enfermedades tropicales. Al ser preguntado por sus mejores generales, Gómez respondió: "¿Mis mejores generales? Junio, Julio y Agosto."
El Generalísimo se hizo célebre por la disciplina implacable que imprimió a sus tropas. Tanto sus soldados, como los prefectos mambises corruptos, conocieron penas de muerte por fusilamiento y/o la degradación. Para las indisciplinas menores, no relacionadas con cobardía, el cepo mambí o el paso a la impedimenta eran los castigos usuales. La cobardía, si no tenía consecuencias graves, era castigada con la obligación de avanzar en solitario hacia filas enemigas y procurarse una o más armas, un uniforme y parque. Los robos o agresiones a campesinos eran castigados con el fusilamiento. Gómez entró en fuertes contradicciones con el Gobierno de Cuba en Armas presidido por Salvador Cisneros Betancourt por la concesión de grados militares a jóvenes de buena posición social que recién se unían a las filas mambisas. Fueron muchos los diplomas de nombramientos que rompió con sus manos, para después nombrarlos como soldados rasos y ubicarlos en sus filas. Con Gómez los grados tenían que ser ganados en combate.
Ante los esfuerzos de muchos emigrados por lograr el reconocimiento de la beligerancia cubana por los Estados Unidos, Gómez expresó: "El reconocimiento de los americanos es como la lluvia: si viene está bien, y si no, también."
Al producirse la intervención norteamericana en la guerra, Gómez se hallaba hacia el centro del país, en su tarea de diezmar las decadentes tropas españolas y a punto de avanzar por segunda vez a la Habana para invadirla definitivamente. Reaccionó airado ante la prohibición de entrar a Santiago de Cuba a las tropas cubanas, emitida por el general estadounidense Shafter, pero no tomó acción alguna, no sintiéndose con derechos de cubano, a pesar de su papel preponderante en la campaña.
Ya en 1898 se trasladó a la Habana, donde fue recibido por una multidudinaria manifestación de simpatía. Cuenta la leyenda que fueron tantas las manos que estrechó, que sus propias manos se enfermaron y hubo de curárselas durante varios días. Al establecerse la Asamblea del Cerro como Gobierno Provisional, Gómez entró a formar parte de ella, pero se negó a dirigirla, alegando su carácter puramente militar y su condición de extranjero. Entró en contradicciones con varios de sus diputados, varios de los cuales militaban entre las filas de los reformistas y los autonomistas, y cuya mayoría era de extracción burguesa.
Por su condición de extranjero se negó a constituirse como candidato a la presidencia ante las inminentes elecciones de 1902, en las que se postulaba Tomás Estrada Palma como candidato de los ocupantes norteamericanos, pero apoyó la candidatura de Bartolomé Masó, patriota probado en campaña. Pero Masó por su parte se retiró de las elecciones ante las burdas y evidentes manipulaciones de Leonard Wood y sus testaferros para imponer fraudulentamente a Estrada Palma. A partir de ese momento Gómez, reverenciado por los habaneros, se retiró a una villa en las afueras de la capital, haciendo su paseo matinal por un largo terraplén que es hoy la céntrica Calzada del Diez de Octubre.
El Generalísimo Máximo Gómez Báez falleció el 17 de junio de 1905, sin fortuna personal, en su villa habanera, a la edad de 69 años.
Gómez fue un bello ejemplo del internacionalismo, pues dedicó la mayor parte de su vida a su "querida y sufrida Cuba", a la par que un militar admirable por su valor e intransigencia. Siendo cortés con el enemigo valiente, era implacable con los cobardes o los indisciplinados de sus propias tropas. Su brillante estrategia militar, su ejemplo personal y su estilo de mando, célebre por su severidad, le posibilitaron llevar a cabo campañas (la Invasión y posteriores campañas) sin precedentes históricos por la disparidad de sus fuerzas tanto en hombres (de 35'000 a 40'000 mambises contra más de un cuarto de millón de españoles) como en técnica militar: los mambises no contaban con artillería, salvo a finales de la guerra, cuando Calixto García asedió a la ciudad de Holguín con algunos cañones, por cierto tomados al enemigo, sin contar con las dificultades enormes para hacer llegar expediciones con hombres y armas para la lucha. Por último su conducta desinteresada de retiro de los asuntos políticos, luego del triunfo cubano (mediatizado y usurpado por la intervención norteamericana) también fue admirable en cierto modo, pues nunca pretendió protagonismo alguno en la vida política civil de Cuba, a la que en realidad tenía derecho por sus extraordinarios méritos.
Aunque fueron muchos los grandes patriotas cubanos, cuando se cita la trilogía de hombres fundamentales de la Guerra de Independencia, Máximo Gómez está junto a José Martí y Antonio Maceo.
Antonio Maceo
El General Antonio Maceo y Grajales (Santiago de Cuba, 14 de junio de 1848 - Punta Brava, 7 de diciembre de 1896), fue el segundo Jefe Militar del Ejército Libertador. Conocido como "El Titán de Bronce" Maceo fue uno de los líderes independentistas más destacados de la segunda mitad del siglo XIX en América Latina.
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El mulato (mestizo) venezolano Marcos Maceo viajó a Santiago de Cuba, desde Venezuela en 1823 después de que varios de sus compañeros se exiliaran desde América del Sur. Se casó con Mariana Grajales, una morena liberta (así se les llamaba a los afrocubanos que habían obtenido la libertad de una forma u otra) y con la cual tuvo varios hijos, además de contribuir a la crianza de otros hijos de su esposo anterior. José Antonio Maceo y Grajales, conocido como Antonio Maceo y con el sobrenombre de "Titán de Bronce", nació el 14 de junio de 1845, en una zona rural de Santiago de Cuba. Aunque su padre le enseñó la destreza en el manejo de las armas y habilidades en la administración de propiedades, además de educarle en un código de honor inflexible, fue su madre, Mariana Grajales, quien le inculcó una férrea disciplina, al punto de ocasionarle una pasajera tartamudez en su infancia y que superaría en la adolescencia. Esta disciplina sería fundamental en la forja de su carácter y se vería reflejada en sus actos como líder militar. Mariana Grajales, ante el altar familiar, conminó a su esposo y sus seis hijos a luchar por la independencia de Cuba o morir en el intento, lanzándose ella misma a la "manigua redentora" para apoyar desde la retaguardia las acciones de los mambises, como se conocía a los independentistas cubanos. Casi todos sus hijos, además de su esposo, caerían en la lucha por la independencia de Cuba.
Antonio Maceo heredó de su padre las cualidades de líder militar, aunque no fue éste el único campo en el que se destacó, pues también fue buen negociante y administrador de las fincas que tuvo.
Su carrera militar con el Ejército Libertador Cubano comenzó cuando su padre, junto a él y varios de sus hermanos, se unieron al alzamiento de Carlos Manuel de Céspedes como soldados. Por su valentía en el combate, sus habilidades estratégicas y su ejemplar disciplina ascendió con rapidez en la escala militar, a pesar de las tendencias racistas y clasistas de varios de los propios patriotas, cuyo origen era francamente burgués o aristocrático. El origen humilde de Maceo y el color de su piel demoraron el ascenso a Mayor General del excepcional mambí, aunque ya los grados de Coronel y Brigadier General los había alcanzado con rapidez. Los hombres a su mando comenzaron a llamarle "El Titán de Bronce" por su excepcional vigor físico y resistencia a las heridas de bala y arma blanca. Se recuperó de las más de 25 heridas de guerra y parecía que ninguna de ellas afectaba su valor cuando entraba en combate.
Reconoció especialmente como jefe y maestro al gran estratega dominicano Máximo Gómez, quien con el correr de los años se convertiría en el General en Jefe del Ejército Libertador de Cuba. El uso del machete como arma de guerra por parte de Gómez, como sustituto más cómodo del sable español y por la escasez de armas de fuego y municiones de los mambises, fue adoptado por Maceo y sus tropas, en las que cargaba en la caballería como uno más.
Antonio Maceo rechazó con energía las sediciones militares de Lagunas de Varona y Santa Rita, que minaron la unidad de las tropas independentistas y favorecieron el clima regionalista de la región de las Villas, a cuyos campos se negó a acudir el Mayor General Vicente García (conocido como el León de Las Tunas), lo que a la larga impidió la invasión de la Revolución al occidente del país. Las intenciones divisionistas y los propósitos imprecisos y oscuros del General Vicente García fueron rechazadas de plano por Maceo cuando el León de las Tunas, ansioso de protagonismo pero sin objetivos claros en su conducta, buscó su apoyo para el establecimiento de un nuevo gobierno revolucionario.
Las divisiones, el regionalismo y la indisciplina contribuyeron a evitar la invasión a occidente y propiciaron un languidecimiento de la Revolución, de lo cual se aprovechó el general español Arsenio Martínez Campos, militar de honor que ofreció garantías de paz, amnistía para los revolucionarios y reformas legales a cambio del cese de las hostilidades, que para 1878 cumplían 10 años. Al mismo tiempo, el gobierno español de Cuba seguía concentrando fuerzas para cercar a las huestes mambisas, cada vez más escasas.
Antonio Maceo fue uno de los líderes Cubanos que rechazó la firma del Pacto del Zanjón, que puso fin a la Guerra de los Diez Años. El y algunos otros mambises (soldados independentistas) se reunieron Con el Mariscal Arsenio Martínez Campos el 15 de Marzo de 1878 para discutir los términos de la paz, pero Maceo protestó estos términos porque no cumplían con ninguno de los objetivos de los independentistas: ni la abolición de la esclavitud, ni la independencia de Cuba. El único beneficio era la amnistía para los que habían luchado y la manumisión para los negros que habían peleado en el Ejército Libertador. Maceo no reconoció este tratado y no se acogió a la amnistía. Este encuentro, considerado una de las páginas más dignas de la historia de Cuba fue reconocido como "La Protesta de Baraguá". Como detalle anecdótico puede añadirse que a sus oídos llegaron tímidas propuestas de hacer una encerrona al general español, de reconocidas aptitudes militares y diplomáticas, pero las rechazó con tal energía que los "comunicadores" de la idea prácticamente huyeron de su campamento.
Luego de respetar el tiempo de tregua para la entrevista (unos pocos días), Maceo reinició las hostilidades. Para salvar su vida, el gobierno de la República de Cuba en Armas le encomendó entonces la tarea de recaudar fondos, armas y soldados para una supuesta expedición armada, pero su gestión fue prácticamente nula, por el desaliento creado incluso entre los emigrados a causa de la Paz del Zanjón.
Más tarde Maceo y Calixto García en New York planearon una invasión a Cuba que dio inicio a la también fracasada Guerra Chiquita en 1879, en la cual no peleó directamente, por haber sido enviado Calixto García delante como jefe principal, con vistas a evitar la exacerbación de los prejuicios raciales que actuaban contra Maceo, fundamentalmente a causa de la propaganda española, que lo acusaba de buscar una guerra de razas, calumnias que rechazó con indignación en repetidas ocasiones.
Luego de cortas estadías en Haití (donde se le persiguió y se le trató de asesinar por gestiones de los consulados españoles allí radicados)y Jamaica, finalmente se radicó en Costa Rica, en la provincia de Guanacaste, donde el Presidente de esa nación le asignó labores de organización militar y una pequeña finca para residir. Allí fue contactado por José Martí, el Apóstol cubano, para iniciar la Guerra del 95, llamada por él la "guerra necesaria". Maceo, escarmentado de lo inadecuado de poner impedimentos leguleyos civiles a las acciones militares en condiciones de guerra, tuvo un breve pero intenso intercambio epistolar con Martí en el que advertía de esos males que habían dañado la Revolución de Yara (1868-78), pero Martí le informó de su fórmula de "...el Ejército, libre, pero el país, como país y con toda su dignidad representado." y le convenció de las amplias probabilidades de éxito si la contienda se preparaba cuidadosamente. Como condición demandó que la jefatura militar máxima estuviese en manos de Máximo Gómez, lo cual fue aprobado sin reservas por el Delegado del ya constituido Partido Revolucionario Cubano. En Costa Rica enfrentó revólver en mano otra intentona de asesinarle a la salida de un teatro, que terminó fatalmente para uno de sus agresores.
En 1895, junto a Flor Crombet y otros oficiales de menor rango, Maceo desembarcó en las inmediaciones de Baracoa (extremo oriental de Cuba) y luego de rechazar un intento español de capturarle o matarle, se internó en las montañas de esa región. Luego de muchas vicisitudes logró reunir un pequeño contingente de hombres, que rápidamente creció con los grupos ya alzados en armas en la región de Santiago de Cuba. En la finca de "La Mejorana", Maceo se entrevistó con Gómez y Martí, en lo que evidentemente fue una reunión desafortunada, por los fuertes desacuerdos entre Martí y él respecto a la constitución de gobierno civil, por la que Maceo no se pronunciaba a favor. Poco después el Héroe Nacional de Cuba (Martí) caería en combate en Dos Ríos (confluencia de los ríos Contramaestre y Cauto).
Partiendo de Mangos de Baraguá (lugar de la histórica protesta ante Martínez Campos), Maceo y Gómez, al mando de dos largas columnas mambisas, llevaron brillantemente la hazaña de la invasión militar del occidente de Cuba, llegando Maceo a Mantua a finales de 1896. Esta proeza estratégica la hicieron Maceo y Gómez luchando contra fuerzas numéricamente muy superiores (en ocasiones les quintuplicaban). Utilizando alternadamente tácticas de guerrillas y combates abiertos, agotaron al ejército español, que no pudo contener la Invasión a pesar de las dos sólidas Trochas Militares construidas para ello y la superioridad abrumadora en hombres y técnica militar. Las ansias de independencia y la crueldad de la oficialidad española hicieron que los habitantes rurales del occidente respondieran con un entusiasta apoyo económico y en hombres para las tropas independentistas. Esto provocó la puesta en vigor del plan del Capitán General Español, Valeriano Weyler, para la reconcentración. En estos campos de concentración, muy anticipados a los instituidos por los nazis en Europa, perdió la vida casi un tercio de la población rural del país.
Al contrario de lo esperado por Weyler, la Reconcentración engrosó rápidamente las filas de los mambises, prefiriendo muchos campesinos la muerte en combate a la de hambre. En 1896, luego de reunirse con Gómez en la Habana, cruzando la Trocha de Mariel a Majana por la bahía del Mariel, retornó a tierras de Pinar del Río, donde sostuvo cruentos combates contra tropas numéricamente muy superiores, mandadas por generales españoles famosos por sus éxitos militares en África y las Filipinas y con artillería y las armas más modernas de infantería. Después de diezmar las tropas españolas contra él enviadas, volvió a cruzar la Trocha militar con vistas a marchar hacia Las Villas o Camagüey, donde planeaba reunirse con Gómez para planificar el curso ulterior de la guerra y con el gobierno para disminuir las diferencias entre el gobierno de Cuba en Armas (presidido por Salvador Cisneros Betancourt) y los altos mandos militares del Ejército Libertador, relacionadas con dos aspectos: los nombramientos de mandos militares intermedios y el reconocimiento de la beligerancia por las potencias extranjeras y la aceptación o no de ayuda militar directa. La posición de Maceo, en esos momentos, era aceptar la ayuda económica y alijos de armas por parte de potencias europeas y aún de los Estados Unidos, pero se oponía enérgicamente a la ayuda militar directa por parte de los norteamericanos.
Sus planes de reunión con Gómez y el gobierno en armas no llegaron a cumplirse. En las cercanías de Punta Brava, finca de San Pedro, Maceo avanzaba solamente acompañado de su escolta personal (dos hombres), el médico de su Estado Mayor, el Brigadier General José Miró Argenter y una pequeña tropa de no más de 20 hombres. Cuando intentaban cortar una cerca para continuar la marcha fueron detectados por una fuerte columna española, que abrió un intenso fuego. Al lograr cortar una aprte de la cerca y decir "¡Esto va bien!", Maceo fue alcanzado por dos disparos: uno en el torso, no grave y otro que luego de quebrarle la mandíbula le penetró en el cráneo. Sus compañeros no pudieron transportarle por intensificarse el fuego y junto a él quedó solamente el Teniente Francisco Gómez "Panchito", hijo de Máximo Gómez, quien voluntariamente enfrentó a la columna española para proteger el cadáver del general. Luego de ser herido de bala varias veces, los españoles lo remataron salvajemente a machetazos, dejando los dos cuerpos abandonados, sin saber la identidad de los caídos.
Los cadáveres de Maceo y Panchito fueron recogidos al día siguiente por el Coronel habanero Aranguren, quien al saber lo ocurrido se dirigió de inmediato al lugar. Luego fueron enterrados en secreto en la finca de dos hermanos, quienes juraron guardar el secrto hasta que Cuba fuese libre e independiente y pudieran llevarse a cabo los honores militares correspondientes.
Actualmente, los restos mortales de Antonio Maceo y Grajales y Francisco Gómez Toro descansan el el monumento del Cacahual, cercano a los límites de la antigua finca de San Pedro, y es lugar de peregrinación de los cubanos. Es ya una tradición que las graduaciones de las academias militares cubanas se realizan junto al Cacahual.
Antonio Maceo y Grajales no solamente fue una figura clave en el movimiento independentista cubano de la segunda mitad del siglo XIX, además de un genial estratega militar. Su pensamiento libertario, basado en el honor y la virtud, marcó el pensamiento de la generación que le siguió, junto al pensamiento vasto y abarcador de José Martí y puede decirse que continúa viviendo entre lo mejor de la juventud cubana. Siendo masón, en su epistolario se puede leer más de una vez su credo basado en "Dios, la Razón y la Virtud".
De filiación política democrática, expresó muchas veces su simpatía por la forma de gobierno republicana, pero hizo hincapié en buscar la fórmula para la "libertad, igualdad y fraternidad", aludiendo a los tres principios básicos de la Revolución Francesa y definiendo la búsqueda de la justicia social. Cuando se le intentó reclutar para la causa anexionista, respondió a un interlocutor: "Creo, joven, que esa sería la única forma en que mi espada estaría al lado de la de los españoles..." y previendo las ansias de expansión de los Estados Unidos (daba por sentado que Cuba alcanzaría la independencia), expresó su frase más conocida, en una carta a un patriota y amigo:
"El que intente apoderarse de Cuba, recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha"