El Verdadero Criminal


¿Realmente George Bush necesita una guerra con Hugo Chávez para insertar algo de vitalidad en los últimos 18 meses de su presidencia? Cuando los presidentes de Estados Unidos se están ahogando en un escándalo-alcanza con solo con recordar a Reagan en 1986 o a Clinton en 1999- intentan lograr por lo menos un retiro que sea humilde y hasta elegante. Pero el actual presidente de EEUU es diferente, es arrogante: el es un hombre acorralado pero está tratando de cubrir sus debilidades con agresivas amenazas. Está buscando nuevos enemigos. De esta forma, si Irak es un absoluto desastre, ¿por qué no amenazar con invadir Irán? Si la guerra en contra de los talibanes en Afganistán no va bien, Bush culpa a Pakistán. Ahora bien, teniendo como evidencia el nuevo desastre en la política exterior de Colombia que constituye el eje de Bush en la política latinoamericana, el objetivo "Venezuela" luce especialmente atractivo. Poco antes de la reciente visita del presidente Bush a Bogotá para reafirmar el apoyo a su aliado más fiel en el continente, el presidente colombiano Álvaro Uribe, Washington se enteró de que el periódico Los Angeles Times había descubierto una noticia-bomba: un documento filtrado de la CIA que vincula al jefe del ejército colombiano, Mario Montoya, a un grupo paramilitar liderado por uno de los mayores traficantes de drogas del país. Ocho legisladores y un gobernador por Uribe ya habían sido arrestados por conspirar secretamente con los paramilitares. El ministro de Relaciones Exteriores de Colombia fue forzado a dejar su cargo. Anhelando quedar limpio de esta exposición, Bush permanecióen Bogotá lo suficiente como para llamar a Uribe "un amigo personal" antes de prácticamente huir al aeropuerto para salir del país.La política de Bush para Latinoamérica se enfrenta al colapso si el mismo Uribe se ve vinculado a los paramilitares-narcotraficantes. Para los altos funcionarios de la administración de Bush también existe un potencial problema de naturaleza netamente criminal: miembros clave de la Casa Blanca testificaron bajo juramento ante el Congreso de Estados Unidos que el gobierno de Uribe merecía legalmente los 700 millones de dólares al año provenientes de Estados Unidos en concepto del "Plan Colombia", porque estaba combatiendo y ganando la "guerra contra las drogas". Ahora que los demócratas han tomado control de Congreso, habrá audiencias y habrá preguntas. Una de ellas será: "¿Ha mentido usted bajo juramento?". Como sabemos, esa es una ofensa penalizada con cárcel en el sistema norteamericano. La administración de Bush enfrenta un desastre más en su política exterior.¿Qué haría usted si fuese George Bush? Crearía un nuevo enemigo.Tan pronto como el presidente estuvo a salvo de vuelta de su peculiar viaje por Latinoamérica, el Departamento de Estado sugirió para este propósito a su demonio favorito, Hugo Chávez, el hombre que fue formalmente designado como "una amenaza hemisférica" o más informalmente llamado "Hitler". Nicholas Burns, subsecretario de estado de Estado Unidos, regaño a Argentina por permitir la visita del presidente de Venezuela, visita que incluyó una movilización en Buenos Aires en marzo, al mismo tiempo que el presidente Bush se encontraba del otro lado del río en Uruguay, ofreciendo un tratado de libre comercio bilateral.Mientras tanto, el canal de noticias Fox, de Estados Unidos, la fuente más confiable de propaganda oficial del mundo, reciclaba viejas historias sobre la amistad de Chávez con terroristas e introducía una nueva historia contando que Venezuela está asumiendo la dominación del comerio de drogas en Latinoamérica. Tal vez semejante desinformación es sólo otro índice de un vencido y desesperado presidente de Estados Unidos, pero existe también la posibilidad de que simbolice lo que el presidente Bush ha dado a llamar "war-footing," el hecho de buscar o fabricar justificaciones para un ataque o una invasión. Analistas serios, como Eva Golinger, una abogada norteamericana que ha escrito dos libros acerca de la política de Estados Unidos hacia Venezuela, sostienen que al menos como contingencia existe el plan para asesinar a Chávez. Hay cuatro razones por las cuales este rápido aumento de hostilidades entre Estados Unidos y Venezuela, e incluso la llamada "eliminación del líder," deber ser tomados en serio.Primero, desde cárceles secretas de la CIA hasta las listas de asesinatos de las Fuerzas Especiales, pasando por los "enemy combatants" (como se llama a los detenidos en Guantánamo), hasta la práctica de invasiones militares, la administración de Bush cree en el derecho de utilizar fuerzas letales. Ya se trate de fuerzas especiales colombianas o paramilitares recientemente "retirados," cualquiera de estos representa la herramienta perfecta para interferir en Venezuela provocando un conflicto, o directamente eliminando a Chávez. Segundo, para Bush hay dos ámbitos en donde Chávez representa una amenaza pujante: la nacionalización del petróleo y la reducción de exportaciones petroleras a Estados Unidos; y su rol como garante emergente de la continuidad del régimen comunista en Cuba. Ya sea una suba en los precios de petróleo o la muerte de Fidel Castro, cualquiera de estos sucesos podría transformar esta "amenaza" en una coyuntura bélica. Tercero, la administración de Bush ya intentó una vez derrocar a Chávez en abril del 2002. Documentos desclasificados de la CIA revelan que líderes del equipo de Bush sabían de antemano exactamente cómo iba a suceder el golpe quién, qué, cómo y dónde ocurriría. También hubo una flotilla de barcos estadounidenses en la costa de Venezuela con helicópteros volando sobre territorio venezolano antes y durante el intento de golpe. Además los servicios de inteligencia norteamericanos mantuvieron contactos sobre el proceder de la operación con los artífices que removieron a Chávez del poder. Neoconservadores clave como Elliot Abrams en el Consejo Nacional de Seguridad, Rogelio Pardo Maurer en el Pentágono, o como el ex embajador norteamericano en Caracas, Charles Shapiro ahora un líder en el Departamento de Estado, han permanecido en posiciones estratégicas dentro de los aparatos de política exterior y defensa de Estados Unidos. "War-footing," en resumen, es lo que está ocurriendo. El Pentágono coloca a Venezuela junto con Corea del Norte e Irán entre los estados más peligrosos del mundo y el ex zar de inteligencia norteamericana y nuevo Subsecretario de Estado John Negroponte, ha calificado a Chávez como una "amenaza regional". Cuarto, en cada esquina de la vasta seguridad de estado norteamericana, hay un pre-concepto fuertemente establecido de que "Latinoamérica es el jardincito de Estados Unidos." La brutalidad de la intervención estadounidense en la Guerra Fría para matar a Castro o derrocar a Allende y tantos otros nacionalistas junto con la ferocidad de las matanzas en Centroamérica apoyadas por Estados Unidos en la década de los 80, demuestra una larga trayectoria de agresiones. El pasado de los demócratas no demuestra ser mucho mejor que el de los republicanos a este respecto, y siempre sin importar el salvajismo del crimen, hay impunidad garantizada para espías, soldados y diplomáticos norteamericanos hagan lo que hagan. La prensa de Estados Unidos encontró cómico que nadie, ni el presidente Bush ni la secretaria de estado Condoleezza Rice, hayan hecho mención alguna del nombre "Chávez" en su travesía por Latinoamérica, aun recibiendo docenas de preguntas sobre el presidente de Venezuela. Sin embargo, no hay nada cómico acerca del enojo feroz de Bush hacia Chávez o acerca de su política de " eliminación del líder", en especial cuando Bush ha basado su presidencia en atemorizar al pueblo norteamericano y al mundo acerca de posibles ataques a "enemigos de la paz y la libertad" como él los llama. Puede que George Bush se encuentre acorralado y desprestigiado tanto en su propio país como en el mundo pero él es aún capaz de otra aventura bélica. Quizás en su próxima conversación telefónica con La Habana, el presidente Chávez deba preguntar a la eminencia de los sobrevivientes de la agresión norteamericana, Fidel Castro, cómo sortear los riesgosos meses que le esperan.

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